domingo, 13 de mayo de 2007

Amistades Peligrosas


Hoy domingo y como es habitual en mí, me he quedado dormido. Me he despertado cerca de las diez de la mañana. A continuación me he ido al bar y me he tomado un café al cual me han invitado. Estando allí leyendo el periódico, ha entrado Carlos, venía con su madre. Nada más verle he pensado que se me acercaría se sentaría a mi lado y quizás me llamara la atención sobre dos sms que le envié hace un par de días. Dichos sms eran bastantes desagradables porque hablaba muy claramente y sin tapujos, cosa que no es habitual en mí, ya que soy amigo de la diplomacia y no de decir las cosas descaradamente. Pero sin embargo no ha sido así, ha pasado de largo, y se ha sentado en otra mesa junto con su madre. Yo, he interpretado este gesto como un desaire que me ha hecho, debido a los dos sms que le envié y que acabo de mencionar.
Me ha saludado con un ¡buenos días!, y nada más. Por mi parte, he seguido leyendo el periódico hasta que lo he terminado. Sin embargo, no he podido centrarme en la lectura del periódico, pues mi mente estaba centrada en la relación tan agria que tengo con este señor. Hemos pasado de ser amigos a ser enemigos, aunque más que enemigos, pues no me gusta emplear la palabra enemigo, pues yo no quiero buscarme enemigos, diría que la relación de amistad ha terminado.

¿Cuál ha sido la causa por la que esta relación de amistad con Carlos ha terminado?, sencillamente porque es una persona que tiene dos caras. Por delante tiene una cara y por detrás tiene otra. No voy a negar que Carlos en el fondo tiene buen poso, pero tiene un defecto insalvable, la lengua, es decir, ser una persona que no deja títere con cabeza.

Varias veces y en momentos adversos, él me ha ayudado económicamente, porque yo se lo he pedido e incluso muchas veces sin yo decirle nada él se ha ofrecido a ayudarme económicamente. Pero por desgracia su lengua y el hecho de ser una persona que no es clara en su lenguaje o en su forma de hablar, han hecho que esta relación termine tal y como empezó, es decir, como si fuéramos dos desconocidos.

Tengo como norma y porque así me lo ha demostrado la vida, que la persona que es excesivamente educada hay que desconfiar de ella, porque nada bueno trae. Y con Carlos se ha confirmado lo que el tiempo me ha enseñado más tarde. Ya me paso una vez hace tiempo con otra persona, pero esta vez no lo he visto venir o no lo he intuido. Y al final he tropezado con la misma piedra que tropecé antaño.

Bien es cierto que yo me pegue a Carlos y hay que decirlo claramente, porque me invitaba a café y me compraba de vez en cuando tabaco, pues yo siempre ando escaso de dinero. Fue una amistad basada en un interés personal por mi parte, no fue una amistad desinteresada o limpia como a mí me gusta decir.

La persona que me abrió los ojos y que me advirtió de que Carlos no era trigo limpio fue un compañero de trabajo y a la vez amigo mío, José Antonio, aunque yo en ese momento me lo tome a mal, pero al final el tiempo me ha demostrado lo que mi compañero me dijo en su día.

Parece una tontería decir que hay que desconfiar de la persona/s que son excesivamente educada o educadas, pero tengo razón. Ya que una cosa es ser educado, pues todo el mundo tiene que ser educado y otra muy diferente es pasarse de educado, y Carlos es de los que se pasan de educados.
Esto me trae a la cabeza una, como se dice, un principio o norma que tiene mi padre y que es desconfiar de toda persona que tiene un bigote fino. Parece otra tontería como la mía, pero al final a mi padre el tiempo le ha dado la razón sobre esta norma o principio.

Lo que más lamento es que soy una persona que se me camele o compre tan fácilmente, y todo porque nunca tengo dinero en el bolsillo. Ya que la mayor parte de mi dinero se me va en comprar tabaco. Algo que al final tendré que abandonar antes de lo que yo me imagino, pues mi economía no lo soporta. Pero sin embargo me mantengo en seguir con este vicio, aún sabiendo que mi economía se resiente bastante por culpa del tabaco. Sólo tengo de asignación 100 euros al mes. Y con eso tengo que comprarme tabaco, y otras cosas más. Con esta cantidad es imposible poder mantener el vicio del tabaco.

Por otro lado no lamento nada de lo que le haya dicho a Carlos en nuestras conversaciones. Quizás algunas cosas, puede ser, pero son cosas sin importancia y que a su vez acabarían simplemente en una pequeña llamada de atención por parte de mi jefe si llegara a sus oídos dichos comentarios. No voy a negar que en alguna ocasión estuve tentado de comentarle a Carlos un gran secreto concerniente a una persona. Dicho secreto sólo lo se yo, pero sin embargo al final no le hice participe a Carlos de este gran secreto, pensando en el daño que podría ocasionarme a mí, si llegara a oídos de mi jefe o de la persona a la que le afecta este secreto. Así pues el secreto seguirá guardado indefinidamente, ya que a mí no me corresponde revelarlo, sólo a la persona que le afecta, y si él no lo hace publico yo no puedo hacerlo aunque quisiera.