viernes, 24 de agosto de 2007

Diplomacia eclesiastica


Desde el mes de Julio tenemos en casa a un chico de Eslovaquia que nosotros llamamos Miro. Es un conocido de mi compañero Jorge. Digo bien, conocido, pues no hay una amistad labrada entre ambos.

Hay ciertas cosas de Miro, que no son del agrado de Jorge, y en vez de decirle lo que no le gusta, se calla por no estropear la relación digamos. A esto yo le llamo diplomacia...., si fuera yo ya le habría dicho cuatro cosas bien dichas. Pero Jorge, es mucho Jorge.
¿Qué tiene esta relación de especial?, simplemente que es de resaltar por un lado el exceso de diplomacia por parte de mi compañero y por otro lado la falta de sentido común de Miro. El uno se pasa tres pueblos y el otro se queda corto. Eso si, si fuera yo el que cometiera los errores, Jorge no dudaría en darme un toque de atención. En definitiva yo soy yo, y Miro es Miro. Conmigo hay confianza y con el eslovaco no la hay. Pero yo digo, que aunque no haya confianza porque no hay un roce, eso no quita de que se digan las cosas a su tiempo y en su momento. Mi compañero es de las personas que no le agrada llevarse mal con la gente como tampoco quiere cultivarse una imagen mala de si mismo y prefiere pecar por defecto que por exceso. En definitiva, cuida mucho la imagen externa que da de si mismo hacia los demás. Pero aunque se empeñe en dar una imagen buena, eso no quita de que tenga cosas de su persona que hacen que su imagen no salga muy bien parada, pues todo el mundo tenemos defectos. El problema es que él no ve, ni asimila esos defectos aunque se le diga, te responde con un “eso son cosas tuyas”, ojala fueran cosas mías, desde luego.